Cantabria es mar y montaña. Azul y verde. Pero en sus profundidades también esconde maravillas. Además de Altamira, tiene otras nueve cuevas que han sido declaradas como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y muchas de ellas se pueden visitar. Adentrarse en unos lugares donde vivieron nuestros antepasados es una experiencia única. Desde aquí os animamos a que vayáis a sentirlas en carne y hueso, pero para los que estáis lejos os damos una vuelta virtual y os contamos algunas pinceladas de cada una de ellas. Sólo tenéis que pinchar en las fotos.
– La cueva de Chufín. Está situada en Riclones (Rionansa), en una zona de acantilado, rodeada de árboles y agua. Los expertos aseguran que allí vivió gente hace 15.500 años a.C. En el vestíbulo sus moradores grabaron ciervas, un bisonte, algún posible pez y diversos signos en surco ancho y profundo sobre la roca. En el interior están las representaciones artísticas más llamativas. En intenso color rojo hay composiciones hechas con puntos: caballos, un uro, otras puntuaciones organizadas en series, una figura femenina, un ciervo, lo que parecen ser genitales. Y también hay grabados: bisontes, caballos, bóvidos, un ciervo, un cáprido, al menos una figura antropomorfa.
– Las cuevas de Monte Castillo. Al borde del río Pas y a su paso por Puente Viesgo, se alza el Monte Castillo, una elevación caliza de forma cónica que esconde en su interior un intrincado laberinto de cuevas frecuentadas por el hombre durante al menos los últimos 150.000 años. Tiene cuatro cavidades, dos de ellas abiertas al público: El Castillo y Las Monedas.
- El Castillo: Sus más de 275 figuras, todas ellas correspondientes a los albores de la presencia del Homo sapiens en Europa, representan un paseo subterráneo por los orígenes del pensamiento simbólico, la mente abstracta y la expresión artística. Esta cueva posee el arte paleolítico más antiguo del mundo de al menos 40.800 años de antigüedad. Caballos, bisontes, ciervas, uros, ciervos, cabras, un mamut… forman el elenco figurativo animal, un bestiario variado que representa una parte de los animales que cohabitaron con el hombre. Las referencias a la figura humana son numerosas pero abreviadas, expresadas mediante la mano, un motivo especial en esta cueva debido a su elevado número; más de 70. Es la segunda cueva con más manos en negativo de toda Europa. Las pinturas están en rojo, negro y amarillo.
- Las Monedas: Debe su nombre a un lote de 20 monedas de la época de los Reyes Católicos que se encontró en su interior. De los 800 metros que tiene la cueva, se visitan unos 160 metros llenos de estalactitas, estalagmitas, discos, columnas, terrazas colgadas y coladas de colores. En una pequeña sala lateral a pocos metros de la zona de entrada hay figuras de color negro trazado a lapicero. Principalmente caballos, y en menor medida renos, cabras, bisontes, un oso y algún otro animal indeterminado que datan de hace unos 12.000 años a.C.
- La Pasiega. Tiene gran número de animales pintados: ciervos, bisontes, caballos, cabras, también algún gamo y hasta un pez. Tienen un régimen de visitas muy restringido.
- Las Chimeneas. Destacan figuras de animales en grabado digital, signos cuadriláteros y figuras de ciervos. Tienen un régimen de visitas muy restringido.
– La cueva de Hornos de la Peña. Está en Tarriba (San Felices de Buelna). Los últimos grupos de Neandertales y los primeros Homo Sapiens ocuparon su zona exterior como lugar de habitación. Durante la Edad del Cobre e incluso durante la Guerra Civil también se usó la cueva para diversos fines. En su vestíbulo hay un caballo de surco ancho y profundo. En su interior destacan las figuras de tamaño grande y concepción naturalista: caballos, bisontes, uros, cabras, ciervos, un posible reno y una forma serpentiforme. El artista que las grabó mostró mucha atención en el detalle anatómico de algunas figuras, representando la crinera, pelaje, ojos, bocas… El motivo más destacado es un antropomorfo con un brazo levantado y una larga cola. El carácter mixto (animal-humano) de la composición, cuya interpretación se nos escapa, recuerda a figuras de otras cavidades como la de Altamira.
– La cueva de El Pendo. En Escobedo de Camargo su panel de pinturas, descubierto en 1997, constituye uno de los más extraordinarios conjuntos del arte parietal. El estudio de su yacimiento arqueológico ha aportado información clave para el conocimiento del comportamiento humano, la evolución humana y tecnológica, a través del Hombre de Neandertal y el Homo Sapiens. Tuvo moradores desde el 82.000 a.C. hasta el 1.500 a.C. El “Friso de las Pinturas”, un panel de 25 metros de largo y visible desde cualquier parte de la sala principal, contiene, como un cuadro de grandes proporciones situado en la pared preferente de un gran salón, una veintena de figuras pintadas en color rojo. Destacan las ciervas, con doce ejemplares, acompañadas de una cabra, un caballo, dos zoomorfos indeterminados y varias formas de signos, como puntos, discos y líneas.
– La cueva de La Cullalvera. Está al pie del Monte Pando en Ramales de la Victoria. Forma parte de un complejo cárstico de gran desarrollo, aproximadamente 12 kilómetros, donde la acción del agua y el tiempo sobre la roca han configurado una cueva excepcional. Su interior, acondicionado para personas con minusvalías, está preparado con una pasarela. Un espectáculo de luces, sonido y agua, introducen al visitante en la historia de la cueva, desde épocas remotas de la Prehistoria, cuando los primeros Homo Sapiens habitaron el vestíbulo y pintaron animales y signos a varios centenares de metros de la entrada, hasta la Edad Contemporánea, cuando durante la Guerra Civil Española fue utilizada como centro del Parque Móvil.
– La cueva de Covalanas. Es popularmente conocida como la cueva de las ciervas rojas y se localiza en la ladera noreste del Monte Pando. Se estructura en dos galerías que comparten una entrada a modo de pequeño portalón desde el que se ven los valles de los ríos Calera y Gándara y parte de la Sierra de Hornijo, con el Pico San Vicente como accidente montañoso más destacado. Una de sus galerías, situada a la derecha del abrigo, alberga pinturas rupestres paleolíticas. Tras rebasar dos pequeñas series de puntos aparecen las primeras formas de animales. Avanzando a partir de este punto, las figuras rojas se suceden a mano derecha e izquierda por la galería principal y dentro de un pequeño divertículo. Un total de dieciocho ciervas, un ciervo, un caballo, un uro, una posible figura de tipo híbrido y tres signos rectangulares, además de pequeños puntos y líneas que se disponen en frisos.
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