Delicatessen La Ermita, la pasión de tres hermanos cántabros por llevar los productos de su tierra lo más lejos posible

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Cantabria es una tierra de gente con mucho empuje. Mirad la historia de Delicatessen La Ermita. Tres hermanos de San Pedro de Rudagüera, un pueblo de cien habitantes, cogen en 1989 la tienda de ultramarinos que tenían los padres desde los años 60 y le añaden un restaurante y algunas habitaciones. A Amparo (en la foto), Cándido y Ramón Salmón la aventura les funciona y en 1993 amplían el negocio con la compra de una antigua casona en Puente San Miguel. Ahí, dan de comer, entre otros muchos clientes, a militares que les animaron a participar en la subasta pública para hacerse cargo del servicio de comidas de La Yeguada militar de Ibio y la Remonta de Santander. Y la ganaron. Se metieron de cabeza en el mundo del catering. En las dependencias militares, además de los servicios de comidas diarias, se organizaban eventos así que tuvieron que equiparse con mantelería, vajilla…  y ya que tenían el material, decidieron dar sus servicios donde surgiera: ayuntamientos, empresas privadas, fincas e incluso casas de particulares. Lo siguiente, nos cuenta Amparo, surgió de manera natural. “¿Y si colocamos en lineales de supermercados y tiendas los platos con más éxito del catering?”. Con esa idea en la cabeza compraron en el año 2000 el terreno en el que hoy se levanta la fábrica de Casar de Periedo de Delicatessen La Ermita y en 2002 fueron a la feria Alimentaria con su gama de productos. Después de esto trabajo, trabajo y más trabajo para llevar toda su producción a los hogares de la gente.

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La filosofía de La Ermita pasa por utilizar productos de primera calidad y, a poder ser, de Cantabria. Sólo hay que ver esos limones, que pelan a mano, con los que hacen los lácteos de ese sabor. “Nosotros venimos del mundo de la restauración, somos cocineros, y eso se nota en cómo hacemos nuestros productos, sin conservantes y sin aditivos. Cuenta más el ojo que la informática porque el punto de cocción de una alubia cambia de una remesa a otra. La leche se la compramos todos los días a un ganadero de Quijas y de toda la gama de productos, que ya pasan de la treintena, sólo el chocolate viene del extranjero, es belga”, explica Amparo. Fijaos el compromiso que tienen con la materia prima que este año hasta han plantado sus propias berzas para hacer el cocido montañés que, por cierto, fue el primer producto que sacaron al mercado junto con el arroz con leche.

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En 2010 dieron otro paso hacia adelante y montaron una tienda propia en Santurce, para testar si podría ser otra vía de negocio. La llamaron La Casa del Yogurt y el experimento volvió a funcionar. Ahora tienen tiendas propias y también franquiciadas en Cantabria, Vizcaya y Burgos , donde se puede comprar leche fresca. Amparo recibió el premio a la mejor empresaria de Cantabria en el año 2014 por su “formación, vocación, versatilidad y su papel de emprendedora”.

Estos tres hermanos de un pequeño pueblo de Cantabria dan empleo a 60 personas, su fábrica funciona las 24 horas del día, facturan cinco millones de euros y en 2016 se han puesto como meta conquistar mercados extranjeros. Desde hace unos cuantos años están en París pero quieren llegar hasta Alemania o Nueva York. ¿Por qué no? A estos hermanos, que reman siempre en la misma dirección, pocas cosas se les pondrán por delante.

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