Carlos Herrero pone en hora los relojes monumentales de Santander

carlos-herrero-ayuntamiento-santanderCarlos herrero lleva el tic-tac en la sangre. Es la cuarta generación de una familia de relojeros que ha trabajado a orillas del Mediterráneo y del Cantábrico. Su tatarabuelo ejerció en Gandía y Alcoy, su abuelo en Barcelona y su padre y él lo hacen en Santander. Su compromiso con el oficio es total. Desde hace un tiempo es el guardián de los relojes monumentales de Santander, además de tener la tienda y el taller que todos conocemos en la calle Isabel II. Se encarga de que los relojes del Ayuntamiento, la plaza de México, las caballerizas del palacio de la Magdalena y la iglesia de Santa Lucía estén en perfecto estado y vayan puntuales. “Cuando empecé a trabajar como relojero municipal mi obsesión fue detener el deterioro que muchos de ellos tenían. El antiguo contratista, de Logroño, puso a todos un patrón electrónico que dejó partes de la maquinaria inutilizada y lo peor que le puede pasar a un reloj es que esté parado y sin engrasar. Así que me he pasado un tiempo poniéndolos a punto. El reto de ahora es desconectar lo electrónico y que todos los relojes vuelvan a funcionar con su maquinaria tradicional. Ya lo hemos hecho con el de la plaza de México y es una gozada volver a oir el tic-tac”. Carlos Herrero también ha catalogado todas las piezas y ha redactado informes historiográficos de cada uno de los relojes. Y tenemos verdaderas joyas. “Hay que ser conscientes de que son un patrimonio cultural importante y no un simple mobiliario urbano”, dice.

Mirad qué historia hay detrás del reloj del Ayuntamiento, que por cierto es el que está en las fotos. Santander necesitaba un reloj a mediados del siglo XIX así que en 1840 José María Botín, bisabuelo de Emilio Botín, le encargó a un tal Anselmo Arrollano, un mercader de la época, que comprara uno. Lo encontró en Londres. Una preciosa pieza de una tonelada de peso que había fabricado Willian Bale en 1798, inspirándose en un mecanismo de la Edad Media. Lo trajeron en el barco San Juan Bautista desde el Támesis hasta Bilbao y después a Santander en varias cajas de madera. Lo montaron en el lateral izquierdo del Ayuntamiento porque el edificio todavía no estaba completo y cuando se construyó la parte derecha se sitúo donde hoy lo conocemos. Si echamos cuentas el reloj del Ayuntamiento cumple este año 215 primaveras. Nada más y nada menos, así que desde aquí le deseamos larga vida. Y a Carlos Herrero que siga mimando durante años estos tesoros ocultos de la ciudad porque lo hace con verdadera pasión.

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