Más de 30 años dando de comer en el alto de Maoño y hoy echa el cierre. El Mesón El Peñón bajará la persiana esta tarde con una fiesta. Como debe ser. Con charla, bebida y canapés para agradecer a la clientela la fidelidad durante todos estos años. Negocio familiar fue Merche madre la que encendió los fogones en 1984. Recalaron en Cantabria después de las inundaciones de Bilbao. Y hace una década Isabel cogió el relevo. Vivía en Bruselas con la familia y lo dejó todo para seguir con la tradición, dar de comer a los obreros. “Nos da mucha pena irnos porque el sitio nos encanta y las despedidas son dolorosas”, dice Isabel con el corazón un poco encogido. “La gente de Maoño nos ha tratado muy bien y la clientela nos apoya”. Muchos son los que han disfrutado con sus especialidades: bacalao al pil pil y colas de langostino en salsa. Hoy es el último día en Maoño pero no van a estar mucho tiempo parados. En febrero tienen previsto abrir el Bar Raos, junto a Bayestas Martín, para seguir dando de comer esa cocina de puchero: cocidos, sopas, carrilleras… “Hay que continuar la obra de Merche, de ella lo aprendí todo”, dice Isabel. Y lo explica con la incertidumbre del cambio. Ya están cruzando los dedos para que la clientela siga sus pasos. Ojalá.
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Los amigos de Miguélez
Ojo con esta cuadrilla. Víctor, Juan, Gelín, Isabel, Corral y Pedro. Ellos son los amigos de Miguélez. Ella la que les cocina todos los miércoles el menú del día en el mesón El Peñón, en el alto de Maoño. Quedan todos los miércoles desde hace más de 20 años. Antes se contaban sus aventuras laborales. La construcción era el sector. Son los culpables de edificar las primeras fincas de la Avenida de los Castros a finales de los 70, el Alisal en los 90 o La Pereda en los 2000. Ahora casi todos están jubilados. ¿A que se les nota en la sonrisa?