En estas dos fotos hay tres generaciones de floristas. Neli Palacio paraguas en mano y 81 años de oficio, junto a la emblemática tienda de LaFuente Floristas en los Jardines de Pereda, proyectada por Javier González de Riancho en los años 50. Ya sabéis que es el arquitecto que firmó el Palacio de la Magdalena. Alma mater de la empresa en las últimas décadas. En el Espacio Floral de Igollo de Camargo están sus hijos. Goyo, el mayor, experto en diseño floral y en decoraciones. Tito el que desde hace un año está capitaneando la revolución tecnológica y de márketing de la compañía. “Hay que estar en internet y en las redes sociales para que te vea el mundo”, dice Tito “y para contrarrestar el golpe de la subida del IVA y la bajada de consumo que está asociada a la crisis”, apunta Goyo.
Y la nietuca, que corretea por los viveros y los invernaderos como si no hubiese mañana. Tiene pinta de que la continuidad está asegurada. Ella lideraría la sexta generación de Lafuente floristas.
Goyo y Tito están empeñados en transmitir que las flores tienen alma y en acercar todo el romanticismo que tienen a los santanderinos. “Estamos volviendo a cultivar en nuestros viveros, apostamos por el kilómetro cero (vender producto de aquí) y queremos compartir con la gente la pasión floral que sentimos”. Volver a la esencia es su meta y su valor añadido. Es decir, poder comprar flores que huelan y de temporada, algo que se ha ido perdiendo porque el consumidor ha apostado más por el precio que por la calidad. Echad la mente a volar y recordad el olor a nardo o a azahar. Son sensaciones que te alegran un día malo. Volver a la esencia es poder acercarte a los viveros y cortar tu mismo las flores que quieras. Eso hacía yo con mi bisabuela cuando las rosas de la casa del pueblo empezaban a florecer. Desde que se fue no lo he vuelto a hacer. Sería bonito recuperarlo. Volver a la esencia es alquilar un metro cuadrado de terreno y encargar el cultivo de esa tierra con las flores que más te gusten, o incluso recibir algún curso de arte floral. El saber no ocupa lugar.
Transformar los viveros de Igollo de Camargo de un lugar de trabajo a otro de encuentro para los apasionados de las flores es una magnífica idea de futuro. Y liderada por Goyo y Tito, dos tipos con mucho oficio, profesionalidad y ganas es garantía de éxito. Les deseamos toda la suerte del mundo en esta nueva andadura de una empresa con más de 134 años a sus espaldas, historia viva de nuestro Santander.