La bolera de El Verdoso es un oasis agazapado tras los altos edificios de la calle Vargas. Subes unas escaleras, giras a la izquierda y te topas con ella. Te sientas en una de las sillas de las gradas, al sol, y te tomas un blanco de los que venden en la Peña Bolística La Carmencita. Si te apetece acaricias a los gatos que han hecho de ella su casa. Bueno, si se dejan. Ves pasar a los gorriones que pasan a la velocidad de un caza. O echas una charla con el que acaba de cepillar la caja. La ha dejado niquelada. El run run de los coches se queda en la lejanía. También la velocidad de la ciudad.
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