Daniel y Jorge posan delante del escaparate de la nueva tienda de Godofredo, uno de los comercios con más historia de Santander. Son la tercera generación de una familia entregada a la venta de productos de pesca deportiva, buceo y ropa marinera. ¿Quién no se ha comprado en Godofredo un chubasquero, de aquellos duros, amarillos y reversibles en azul, o un jersey de rayas de pura lana virgen? Yo en casa tengo las dos prendas. ¿Y qué veraneante no ha rebuscado entre las pilas de chubasqueros de oferta sorprendidos por algún chaparrón santanderino? Hoy es un día especial para ambos porque acaban de subir la persiana de una nueva tienda. Mismo concepto de siempre, misma dirección postal (son uno de los bastiones del Paseo Pereda) pero con un interior más moderno, con dos plantas y mucho más luminoso.
Jorge habla con adoración de su abuelo Casiano Sáez Díaz, fundador de la tienda en 1922, y del tremendo oficio que tenía para contentar al cliente. La generación de nuestros abuelos nunca tenía un no en la boca. Nos cuenta la anécdota del vagón de tren. “Cuando llegaba un cliente y no tenía el producto que quería mi abuelo siempre le decía que estaba en el vagón de tren de la estación y se las ingeniaba para conseguirlo en el menor tiempo posible y servírselo al cliente. Un día llegó una persona pidiendo cambios de 5.000 pesetas. Él estaba en el almacén y oyó que un dependiente le decía que no había. Se oyó un grito desde la parte de atrás de la tienda que decía ‘está en el vagón de tren de la estación’. Daniel y Jorge se echan a reir. Cualquier triquiñuela valía para vender. Después fue su padre Pepe el que cogió las riendas del negocio y ahora el futuro está en manos de sus hijos.
Godofredo también da cursos de buceo aprovechando que en Cantabria tenemos dos de los cinco parque naturales marinos del Cantábrico: la isla de Mouro y la ballena de Islares. Los fondos tienen su aquel porque la dureza de la mar deja la roca más erosianada que la del Mediterráneo y que la volcánica de las Canarias. Lo malo es que la bravura de nuestro mar sólo permite adentrarse en sus fondos durante cinco meses al año. Larga vida a Godofredo porque son estos comercios los que dan carácter a una ciudad.