Curar el espíritu. Seguro que fue lo que hicieron muchos de los actores que pasaron por las tablas de este teatro de Isla Pedrosa. A curar el cuerpo se destinó el resto del recinto desde que en 1834 se ubicara un lazareto para mantener en cuarentena a las tripulaciones de buques afectadas por enfermedades tropicales. Allí también se abandonaba a los enfermos leprosos hasta que se los llevaba la parca. Con el tiempo se transformó en sanatorio para el tratamiento de enfermedades óseas y tuberculosas hasta que, reconvertido en Sanatorio Víctor Meana, cerró en 1989. Hoy en esas instalaciones hay un centro de rehabilitación de drogodependientes y un centro de menores, aunque los planes del Gobierno de Cantabria pasan por convertirlo en un hotel de lujo. Pero ojo, que algunos estudiosos de fenómenos paranormales aseguran que en uno de los pabellones hay fantasmas con ganas de hacer de las suyas. Es un lugar para valientes.
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