Un aperitivo y una comida en el Barrio Pesquero

Desayuno todos los días mirando al Barrio Pesquero, a los barcos que están atracados junto a la lonja descargando esos manjares del Cantábrico. No me extraña que Santander sea una de las ciudades de España que más pescado fresco consume. Lujos cotidianos. Como lo es también tomarse el blanco y el aperitivo cuando dan la una en ese Barrio Pesquero, que tanto carácter todavía guarda, porque quedan sitios en Santander, paisajes y paisanajes conectados con la esencia, con la tradición, con el ambiente familiar, con el servicio y cuidado al vecino, al cliente, al turista. Y claro, alargarse, y quedarse a comer, porque cómo te vas a ir si se está en la gloria.

El Barrio Pesquero huele a rabas, a arroces a la brasa, a sardinas y pescados a la plancha con un poco de ajo y aceite para acompañar, a mariscos al punto de sal y de cocción. Suena a conversación, a risas, a confidencias. Tiene alma de celebración, de cantares, de besos y abrazos, con la familia, con los amigos, con un amor. Y así lo fue siempre. Mirad qué foto de los años 60.

Poco ha cambiado desde entonces, quizá el Tío Pepe, desplazado ahora por los verdejos o los albariños, los godellos. El resto sigue en pie y a buen ritmo. Cuestión de oficio.

Lo que sí se está modernizando es el entorno. Antes de que acabe este 2020 el barrio contará con un renovado parque de 2.700 metros cuadrados, con más zonas verdes, itinerarios peatonales, y áreas de juego para los niños, en una actuación que supone una inversión municipal de 382.000 euros. Estas mejoras –que se iniciaron con el derribo del antiguo restaurante El Vivero y que también han incluido la demolición de la casa tapón en el paseo Alberto Pico-, tienen como objetivo liberar más metros cuadrados para el disfrute de todos.

¿A qué esperas para darte una vuelta por el Pesquero?