Creció correteando entre piezas de carne y mostradores. Así que de casta le viene al algo. Francisco Callejo, de padres carniceros, lleva toda una vida tras el mostrador vendiendo carne de primera en los bajos de Feygón. Y como el oficio lo tenía dominado desde joven, pues decidió liarse la manta a la cabeza y montar una pequeña fábrica de embutidos en la Maruca, donde diariamente hace su propio jamón de york, pavo, salchichas, filetes de sajonia, chistorra… y hasta paté de cabracho. Del Sardinero le gusta “su paisaje”, con esos paseos por la playa que se pega a primera hora de la mañana, que le ayudan a afrontar el día con el cuerpo y la mente despejada y sobre todo “su paisanaje”, vecinos educados con los que es fácil tratar, que suelen ir tranquilos por la vida. Junto a Callejo, está Francisco Nuñez, su ayudante paraguayo que está encantado de vivir en Santander. Así que ya saben, si andan por los aledaños y necesitan algo de carne sólo tienen que hacer una visita a Francisco Callejo.
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