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Salami, una cárnica cántabra que empezó con la compra de una vaca al contado, ahora factura 3 millones de euros y tiene el reto de exportar

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He aquí la historia de una empresa que empezó cuando Juan Antonio López, el gran Antón, compró una vaca al contado y montó una carnicería en la calle Vargas de Santander, junto a Correos. La Carnicería del Cuerno la llamaban. Eso fue en 1958. Unos cuantos años más tarde, la empresa la lidera Carmen, su hija, energía en estado puro, y factura tres millones de euros al año. Todos vosotros conoceréis la marca por su producto estrella, el Lunch, ese que lleva estampado un cerdo con frac en la etiqueta, y que tiene ese sabor que te lleva directamente a la infancia.

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Carmen, muy fan de El Tomavistas, nos invitó esta Navidad a ver la fábrica y ya de paso charlamos un poco sobre la empresa. Ya sabéis que nos gusta contar historias de éxito empresarial de la región. Resulta que el gran Antón empezó haciendo morcillas que gustaban mucho, tanto que en los años 60 se formaban colas para comprarlas. La carnicería, poco a poco fue creciendo, y en 1978 se lió la manta a la cabeza y decidió montar una fábrica en la calle Primero de Mayo. En 1996 se mudaron a Merca Santander. Su secreto, seguido a rajatabla por las nuevas generaciones, fue trabajar con productos de primera, primerísima calidad. “Yo estoy aquí para consolidar el legado de mi padre -cuenta Carmen- así que esa máxima no cambia. En Salami no hacemos segundas líneas de producto. Nos gusta hacer productos artesanos”.

Desde hace unos meses tienen un pequeño quebradero de cabeza con los callos, otro de sus ‘best sellers’. Resulta que los chinos se han puesto a comer callos como locos y comprar el producto les está saliendo un poco más caro que antes. En la fábrica fuimos testigos de cómo Conchi, Pili y Rosa, las dos primeras llevan más de 40 años en la compañía, limpiaban los callos uno a uno. La gama de productos la completan con salchichas frescas, barra York 11×11, salchichas Frankfurt, bacon, chorizo criollo, lomo westfalia, lomo y costilla adobada y un codillo cocido, que se mete al horno 20 minutos y está listo para comer. “El consumidor lo que pide ahora es abrir la tapa y que se pueda comer -dice Carmen- y precio, claro”.

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2016 se presenta con el gran reto de empezar a vender fuera, exportar desde Cantabria, para dar a conocer sus productos y marca en el exterior. En España están en todas las cadenas de gran distribución y hay que seguir pensando en grande como lo hizo el fundador. Ahora están con el papeleo de las certificaciones, imprescindibles para poder conquistar nuevos mercados. Durante la charla el Whatsapp de Carmen vive en una vibración constante. “Son pedidos”. “¿Por Whatsapp?”, pregunto. “Si son pedidos que entren por donde quieran”. Con esa actitud llegarán a donde quieran.