No hace como para sentarse a contemplar la bahía. Hoy la lluvia nos lo pone complicado. El muelle, sin un alma.
muelle
La belleza del muelle cuando llueve
El sol se hace el remolón. Es septiembre y ya se nota que sale más tarde. Hay que madrugar menos para disfrutar del muelle de Santander en soledad. Con la belleza que dejan los reflejos cuando llueve.
Durmiendo en el muelle al resguardo del tamariz
Lleva la casa a cuestas. La deja aparcada junto al banco. Buenas vistas. Se tumba y se pone una manta por encima. Hoy la mañana está desapacible. Busca el resguardo del tamariz. Cierra los ojos y sueña con una suerte mejor.
En vilo por una caña
Algo ha picado y toca no perderlo por el camino. La expectación es máxima. El pez se resiste, la caña se dobla. ¿Habrá suerte?
La Grúa de Piedra y el Centro Botín a lo Mad Max
La marea baja deja una estampa que parece sacada de una película de ciencia ficción. A lo Mad Max. Tonos ocres, grises y negros deslavados. Una grúa de hierro y piedra, la estructura a medio hacer del Centro Botín, casetas de obra, desorden… Una imagen alejada del elegante Santander.
Jugando con las palomas en el muelle
El divertimento de este perro son las palomas. No las ha dejado vivir ni un minuto tranquilas. Las ha mirado, se ha agazapado y cuando había unas cuantas a su alrededor… zasca. Susto y a volar.
Entrenando por el muelle
El árbol torcido
¿De qué dirección viene el viento que habitualmente sopla en la bahía de Santander?
De pesca contra viento y marea
Llueve, pero eso no amedrenta a los santanderinos. Si a uno le apetece pescar, se pone el chubasquero y se va al muelle. Lo que cae del cielo sólo es agua.
El árbol que no da sombra
Este pobre tamariz ha sucumbido a las inclemencias del invierno y ha dejado a los bancos con los que comparte vistas sin un ápice de sombra. Bancos del muelle que se quedan huérfanos los días en los que el sol aprieta.
