Santander inaugura la Ruta del Incendio de 1941 para recordar los lugares que el fuego asoló

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Un nuevo circuito cultural nace hoy en Santander. Es la Ruta del Incendio de 1941 que ofrece un recorrido por algunos de los lugares más representativos que el fuego destruyó. La ruta está formada por diez tótems ilustrativos dotados de realidad aumentada que muestran fotografías antiguas superpuestas a la realidad y textos históricos para ayudar a vecinos y visitantes a contextualizar el suceso en diez puntos concretos de Santander.

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Además de los tótems físicos, la Ruta del Incendio tiene su propia aplicación para dispositivos móviles. La app, disponible en App Store y Google Play y accesible para colectivos con necesidades especiales, ofrece la posibilidad de realizar el recorrido en varios idiomas y completa la información de los tótems con pinceladas del Santander de 1941 y el Santander de 2016.

El Ayuntamiento de Santander continúa así poniendo en valor la trascendencia histórica del Incendio de 1941, homenajeando a quienes lo vivieron en primera persona y a todos los que contribuyeron de algún modo a que la ciudad y sus habitantes pudieran recomponerse. La Ruta del Incendio, que seguirá en la ciudad más allá del 75 aniversario del incendio, se convierte hoy en un nuevo recurso cultural que refuerza la oferta del Anillo Cultural y el atractivo turístico santanderino.

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El Incendio de 1941 es uno de los mayores siniestros que ha sufrido Santander a lo largo de su historia. Comenzó el 15 de febrero y en menos de 48 horas arrasó el centro histórico de la ciudad.

Las llamas comenzaron antes de las diez de la noche del sábado, en una de las pensiones del número 20 de la calle Cádiz. Aunque el informe oficial indica que el fuego fue causado por un cortocircuito, otras hipótesis apuntan al tiro de una chimenea o a las brasas de un fogón. Al soplar un fuerte viento Sur, con ráfagas que superaron los 180 kilómetros por hora, rápidamente se propagó de casa en casa por las calles estrechas de la antigua villa. Estuvo activo 43 horas y devoró 1.783 viviendas y 508 comercios, algunos de ellos emblemáticos, como la Audiencia Provincial, Hacienda, el Palacio Episcopal, la Cámara de Comercio, varios palacios y casas blasonadas y las sedes de tres periódicos de la ciudad (El Diario Montañés, Alerta y La Hoja del Lunes), otros como la Catedral sufrieron grandes daños y tuvieron que ser reconstruidos. El centro de la ciudad desapareció en un abrir y cerrar de ojos y 10.000 personas se quedaron sin hogar.